''Confieso que el motivo de este post, más que literario, es una pataleta.'' Así describe Ivan Thays a la más reciente publicación de su blog Vano Oficio que, desde muy temprano, ha causado gran controversia, pero sobre todo malestar entre sus lectores, muchos de ellos, peruanos. Y como toda controversia, la noticia no ha tardado en arribar con rapidez a tierras nacionales, siguiendo una amplia difusión a través de las redes sociales y periódicos.
Quienes se han atrevido a lanzar las críticas más despiadadas en contra de Iván Thays, han sido seguramente los más desinformados, pues como indica El Comercio, se trata, antes que nada, de una crítica a Gustavo Rodríguez, autor de ''Un Cocinero en Su Tinta'', a quien tilda de oportunista al haber realizado una publicación que se aprovechado de un tema ''coyuntural, e incluso frívolo''. Es así que Thays, a través de esta crítica, profundiza en su postura acerca de la veracidad del renacer gastronómico en nuestro país y sus verdaderos sentimientos hacia la sazón nacional.
Seguramente, muchos han tomado la publicación de Thays como una declaración de guerra, en un momento en el que todo parece ir de maravilla para la gastronomía peruana. No me imagino que ideas pasarán por la mente de Gastón Acurio en este momento y me pregunto con cuáles publicaciones estará más consternado, propenso a tener pesadillas, o con las de Thays o con la de quienes critican a Thays.
Intento comprender tanto a las críticas como a las personas que azotan al autor de tan cuestionado post, lanzándole improperios escritos e imaginarios, con la esperanza de que alcancen la conciencia de Thays, y condenándole sin oportunidad de defensa, enviándolo prácticamente a lo más profundo del noveno círculo con Judas, Bruto y Casio. De verdad intento comprenderlos, pero al final caigo en la cuenta de que quienes no tienen defensa son estos pseudo-críticos. Muchos de ellos, afirman que se trata de una propaganda que busca aumentar las ventas de sus libros, el afán de ganar nuevos adeptos bajo la idea más que refrita, de que no hay mala publicidad. Sin embargo, son estos personajes, que con su displicente gasto de palabras y verborrea, los que han atraído toda la atención en Thays, quien, virtualmente, debe estar agradeciendo a todos aquellos que hicieron méritos para hacer de él un villano de alto calibre, como para despojar al Joker de tan preciado estatus.
Está claro que el haber tomado todo al pie de la letra, ha generado y generará tanto debate como la actual controversia acerca de cúal debe ser la lectura apropiada de la Biblia. El daño no se ha inflingido a Thays, sino a nuestro propio orgullo, a nuestro propio ego. ¿Es acaso posible que una mera opinión creada en torno a la gastronomía genere tanto malestar? Es realmente preocupante que dejemos en manos de nuestra comida, esa identidad, ese patriotismo o nacionalismo al que muchos invocan. Lamentable, porque nos remitimos a un aspecto de toda nuestra cultura, que si bien ha generado cierto reconocimiento a nivel internacional, no basta para cimentar nuestra identidad. Sin duda hemos encontrado el eslabón más débil de la cadena, y ese es nuestro ego. Sentirnos aludidos por comentarios que bien podrían pasar desapercibidos, ignorados, llevados por el viento, disueltos en el viento, solo ha colaborado en dejar la prueba fehaciente de que el peruano no está seguro de quién es, ni a dónde va.
¿El peruano existe? es una justa pregunta para todos y no solo para aquellos que se atrevieron a levantar testimonio contra Thays. Perú esta sumergido en un mundo esnobista, alienado, prejuicioso, racista y celoso del éxito ajeno. ''Vivimos en una sociedad en la que juzgamos a la gente no por lo que produce, sino por lo que consume.'' Así lo dijo Jean Baudrillard, y todo este barullo, esta gran tormenta de arena que hemos provocado con el poco de polvo que nos arrojó Iván Thays lo confirma.
Hasta una próxima tormenta.
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Hasta una próxima tormenta.
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